lunes, 26 de marzo de 2012

Una comedia de Plauto, "Rudens"

Y después de asistir a la representación de una tragedia griega, "Ifigenia" (en la entrada anterior), nos toca reir, o al menos eso esperamos. En esta ocasión el Grupo Balbo nos ofrece una comedia latina de Plauto, cuyo título, "Rudens", no parece aclarar mucho. El significado de esta palabra es "cable de navío", "jarcia", "amarra", es decir, que parece situar la acción en un ambiente marino. Efectivamente, así es, pues en el nudo de la acción encontramos un naufragio, y en torno a él se desarrollará la trama. Y esa cuerda a la que se refiere el título será la que permita rescatar del mar un bául con objetos importantes para el desenlace de los hechos.
  Pero antes de hablar del argumento y los personajes no está de más enterarnos de quién fue Plauto y de qué tipo de teatro hacía. Aunque los de Latín II ya lo habéis estudiado seguro que no os importa recordarlo.
   Nos tenemos que situar en el siglo III a. C., en Roma, claro. Plauto se convirtió, en su época, en el autor de comedias más querido por los romanos, pues lo que buscaba, esencialmente, era divertir a todo el pueblo, en un momento de delicada crisis política y social. Para ello volvió su mirada a Grecia y encontró un filón en las obras de la Comedia Nueva griega, escritas por autores como Menandro unos cuantos años antes. Se trata de teatro de situación, más bien de carácter "burgués", ambientado en cualquier ciudad griega,  teatro que habla de temas familiares y de enredos, de hermanos separados al nacer y reencontrados años después, de amores contrariados, de conflictos entre padres e hijos, de compa-venta de mujeres,... Plauto recoge estos textos y los adapta a la lengua latina y al público romano. Sus comedias, así pues, pertenecen al género llamado fabula palliata, es decir, comedias ambientadas en una ciudad griega, con personajes griegos, que visten el pallium, el manto griego.
  Se caracterizan por presentar unos personajes prototípicos, que el espectador reconocía con facilidad: un esclavo astuto, una joven inocente, un lenón (quien comerciaba con mujeres), un joven enamorado, un anciano,...Y en ellas suele haber malentendidos, conflictos y sobre todo "reconocimientos", ἀναγνώρισις en griego. Si bien, como hemos dicho, Plauto pretendía sobre todo hacer reir a su público, ya sabéis que en esta comedia hay también presente un no despreciable componente moral: premiar el bien y castigar el mal.


  Os resumo el argumento: la estrella Arturo, (de ἂρκτος, oso) es decir, el "guardián de la osa", por su proximidad a la Osa Mayor y la Osa Menor es la estrella más brillante del hemisferio celeste norte. Es quien protagoniza el prólogo, y quien provoca una tempestad para salvar a dos muchachas que han caído en manos de un desalmado lenón que quiere prostituirlas. Tras el naufragio se refugian en un templo en Cirene, lugar en el que transcurre la acción. El lenón, Lábrax, las encuentra y se las quiere llevar a la fuerza, mientras que un anciano intenta impedir el sacrilegio. Mientras, un esclavo de este anciano, ha recogido del mar con una cuerda (rudens), un baúl que contiene objetos que van a permitir identificar a las muchachas. Así descubriremos que una de ellas es la hija que le fue raptada a Démones, el anciano, cuando era una niña. ¡Vaya, os he contado el final!

martes, 20 de marzo de 2012

Ifigenia en Áulide y en Táuride

El próximo martes 17 de abril, justo después de volver de las vacaciones de Semana Santa, nos vamos al Palacio de Festivales en Santander para asistir al Festival de Teatro Grecolatino del 2012. Como ya sabéis, veremos una tragedia de Eurípides sobre el personaje de Ifigenia. Aunque tal vez tendríamos que decir que veremos dos tragedias en una, pues parece que lo que el grupo "Balbo" nos va a ofrecer es un montaje propio basado en las 2 tragedias que escribió Eurípides sobre Ifigenia.
  Aunque ya todos conocéis la triste historia de esta muchacha, no está de más volverla a recordar. Todo empieza en Áulide, el puerto donde se reunieron los ejércitos griegos, al mando de Agamenón,  dispuestos a zarpar hacia Troya para vengar el rapto de Helena. Como la falta de viento no permitía que zarparan las naves, se consultó al adivino de turno, en este caso, Calcante. La respuesta fue clara: Agamenón debía ofrecer a su propia hija Ifigenia en sacrificio a la diosa Ártemis. El jefe griego envió sin dudarlo unos mensajeros a Micenas para que llevaran hasta Áulide a la pobre Ifigenia, a la que engañaron haciéndole creer que iba a casarse con el mejor de los griegos, con Aquiles.
 A Ifigenia la acompañaron su madre Clitemnestra y su hermano pequeño, Orestes. Y aunque Agamenón empezó a arrepentirse de lo que se disponía a hacer, la presión de los guerreros griegos le impidió rectificar. El propio Aquiles, al conocer la verdad, intentará evitar el sacrificio. Pero Ifigenia, quien al principio había suplicado piedad a su padre, acabará por aceptar su destino para, de esa forma, permitir que los griegos venguen la ofensa recibida por los troyanos.
 Como seguro que recordaréis, en el último momento Ártemis salvó a la joven de la muerte.
 Aquí tenéis un cuadro de Charles dela Fosse ( s.XVII) que refleja ese momento.
Pero, ¿a dónde la llevó? In terram Tauricam, ¿recordáis? A la Táuride, o Taúrica, en la costa meridional de la actual península de Crimea (Ucrania). Allí vivía un pueblo que, según la leyenda, tenía la fea costumbre de sacrificar los náufragos que llegaban a su orilla a una diosa virgen que los griegos identificaron con Ártemis. Ifigenia, una vez en Táuride, se convirtió en sacerdotisa de la diosa que la había arrancado de la muerte, y, paradojas de la vida, era la encargada de iniciar los ritos de tan cruentos sacrificios, ella, que había escapado a uno. Aquí la tenéis, pensativa, contemplando la costa, esperando, quién sabe, la llegada de nuevas víctimas.
Pero he aquí que el destino quiso que un día llegaran a Táuride dos apuestos jóvenes. ¿Quiénes?, preguntaréis ansiosos. Ifigenia no lo reconoció, pero uno de ellos era Orestes, su hermano menor, aquel que la había acompañado a Áulide junto con su madre. ¿Qué hacía allí? Huir de las Furias, de las Erinias, que lo atormentaban sin descanso por haber matado a su propia madre. Sí, la mató, para castigarla, porque Clitemnnestra, a su vez, había matado a Agamenón, su marido y padre de Ifigenia y Orestes, en cuanto éste puso un pie en Micenas después de terminada la guerra de Troya. Aquí tenéis a Orestes, junto al cadáver de su madre, perseguido por las Furias.
Pues bien, un oráculo le había comunicado a Orestes que sólo haciéndose con la estatua de Ártemis que se encontraba en el país de los Tauros se libraría de semejante tortura. Y por ese motivo viajó a Taúride acompañado de su buen amigo Pílades, que, como recordaréis los de Latín II, le había ayudado a cometer el asesinato de Clitemnestra. Allí son capturados y llevados al templo de Ártemis, donde serían sacrificados. Ifigenia, al ver que son griegos, les pide noticias de su familia. Y acepta perdonar a Orestes si regresa a Grecia a llevar, a su vez, noticias de ella. Pílades debe quedarse y morir. ¡Vaya lío! Es el momento del inconmensurable gesto de amistad de Orestes, que ofrece dar su vida para salvar la del amigo. Y, por fin, el momento en el que ambos hermanos se reconocen. La tragedia "Ifigenia en Taúride" termina con el regreso de los tres a Grecia.
Este mosaico, que no vimos en los Museos Capitolinos el año pasado (habrá que volver), representa a los dos hermanos. Ifigenia sostiene en sus manos la estatuilla de Ártemis.
Espero que os sirva para seguir mejor la trama y los personajes de lo que veremos el día 17.

martes, 13 de marzo de 2012

Así, Bruno, "ad astra"

   Bruno González, alumno de 2º de Humanidades ha sido el ganador del Certamen Ciceronianum 2012 en la Delegación de la SEEC (Sociedad Española de Estudios Clásicos) de Asturias y Cantabria.
El premio le llevará a Italia en mayo, para participar en el certamen internacional de traducción que se celebra en la ciudad natal de Cicerón.
 La prueba se celebró el pasado 23 de febrero y en ella los participantes tuvieron que traducir un texto latino de Cicerón sobre la amistad:
"Principio qui potest esse vita vitalis, ut ait Ennius, quae non in amici mutua benevolentia conquiescit?"
(En principio,¿cómo puede existir una vida digna de ser vivida, como dice Ennio, que no descanse en el mutuo afecto de un amigo?)
  Estas son las primeras palabras del texto que  Bruno tradujo y sobre el que tuvo que hacer también un comentario sintáctico, etimológico, histórico, para luego relacionarlo con la sociedad actual.
  El texto no era nada fácil, pero Bruno llevaba varios meses traduciendo a Cicerón, trabajando y preparándose con ganas y determinación. Meses en los que  la morfología y  la sintaxis han sido sus  mejores aliadas para ahondar en pensamientos a veces complejos, a veces huidizos y, casi siempre, certeros y conmovedores.
 En una ocasión de él alguien dijo una pequeña necedad: que era un desperdicio que un alumno así hiciera un Bachillerato de Humanidades. No,  no es un desperdicio que ningún alumno, aunque no sea "así", lo haga. No es un desperdicio profundizar en el conocimiento de la lengua para sentirnos más dueños de ella, y por lo tanto más dueños de nuestros pensamientos; no es un desperdicio no rendirse ante cualquier dificultad en una traducción; no es un desperdicio reflexionar, analizar, tomar decisiones, equivocarse y rectificar. Aunque presentadores iletrados se mofen de que aún se estudie latín en los institutos, es un valioso lujo que así sea.  Permite mantener vivo el misterioso hilo que nos une con lo que fuimos, que nos hace entender mejor quiénes somos.
Ahora es el momento, dulce, de disfrutar del final de un intenso camino. Mañana seguiremos traduciendo. Porque nos gusta.