Sabemos que las sociedades de la Antigüedad Clásica,
la sociedad griega y la romana, fueron patriarcales, machistas y con frecuencia
misóginas. Sabemos que en Roma y, sobre todo en Grecia, la mujer carecía de un
papel activo en la vida pública, que vivía relegada a un segundo plano,
tutelada siempre por un varón. Situación injusta, nos decimos, hoy
inconcebible. Y, sin embargo, griegos y romanos mostraron en ocasiones más
respeto y atención hacia la mujer que las sociedades posteriores y que algunas
actuales.
Ecastor lege
dura vivont mulieres
multoque iniquiore miserae quam viri. (…)
Utinam lex esset eadem quae
uxori est viro.
¡Por Cástor que bajo una ley dura viven las mujeres y con
mucha más injusticia, desgraciadas,
que los hombres! ¡Ojalá hubiera una misma ley para la mujer y para el
hombre!
(Palabras de Syra,
personaje de la comedia Mercator de Plauto. Roma, s.III a.C.)
La
verdadera intención de eliminar cualquier diferencia entre mujeres y hombres en
el ámbito de los derechos civiles no se abrió paso hasta el s. XX. Es entonces
cuando se inicia el difícil camino de la lucha por la igualdad de derechos entre
hombres y mujeres. Pero siempre hubo antes mujeres que hicieron oír su propia
voz en un mundo de hombres, mujeres que no se resignaron al oscuro papel que
les imponían las leyes y las costumbres.
SAFO
En
el s. VI a. C., en la isla griega de Lesbos, vivió esta poeta de exquisita
sensibilidad. Su poesía es la primera expresión literaria del amor en
occidente. Y es también la primera mujer que canta y expresa su homosexualidad.
Poetas romanos como Catulo y Horacio la admiraron e imitaron y a través de
ellos ha ejercido un inmenso influjo en las literaturas modernas. Su figura,
sin embargo, ha sido incomprendida, vilipendiada e injustamente manipulada a lo
largo de los siglos, producto de prejuicios de todo tipo.
Φαίνεται μοι κήνος ίσος θέοισιν
ίμμεν' ώνηρ δττις ενάντιος τοι Ισδάνει
χαΐ πλάσιον αδυ φωνεΐ- σας υπακούει,
Me
parece igual a los dioses
aquel hombre que enfrente de ti
se sienta y de cerca tu dulce voz
escucha
y tu dulce reír. Eso, lo juro,
el corazón en mi pecho con fuerza golpea,
pues nada más que te miro, al instante, de voz
nada me
queda.
La
lengua se me quiebra, y un sutil
fuego en seguida me recorre por debajo la piel.
Con mis ojos no veo nada, y los oídos
me zumban,
y me recorre un frío sudor, y un temblor
hace presa de mí toda, y más pálida que la hierba
estoy. Y estar muerta por poco
me parece...
ASPASIA
Atenas, s.V a.C. Una mujer
extranjera en una sociedad basada en el predominio del varón y del ciudadano
estuvo presente en el mundo intelectual próximo a Sócrates, de quien fue
maestra de retórica. Cortesana y oradora, a su fama como
ἑταίρα se unió el reconocimiento de
políticos y filósofos. Fue compañera de Pericles durante más de 20 años y a su
lado enfrentó duras acusaciones de sus adversarios políticos y soportó los
intentos por ridiculizarla de quienes no toleraban que una mujer llevara una
vida libre e independiente, impropia de una esposa ateniense.
“Ahora parece el momento de preguntar qué
artes o qué poder tenía esta mujer, puesto que era capaz de dirigir a su antojo
a los principales hombres del estado y ofrecía a los filósofos la ocasión de
discutir con ella en términos exaltados y durante mucho tiempo.”
(Plutarco, Vida
de Pericles)
HIPARQUIA
"¿Crees tú que he tomado una mala
decisión sobre mí misma cuando dediqué a mi educación el tiempo que iba a
perder en el telar?”
Con estas palabras contestó
Hiparquia al filósofo Teodoro, quien no creía que la filosofía era apropiada
para las mujeres.
Hiparquia, en el s. IV a.C., en la ciudad
griega de Maronea, decidió seguir la filosofía de los cínicos: discípula de
Diógenes, compañera del filósofo Crates, compartió con él una vida coherente
con las tesis cínicas, rechazando las convenciones sociales y siguiendo los
impulsos naturales. No se ha conservado ninguno de los tres libros que
escribió.
Dos siglos más tarde de su
muerte, el poeta Antípatro le dedicó este epigrama:
Yo,
Hiparquia, no seguí las costumbres del sexo femenino,
sino
que con corazón varonil seguí a los fuertes perros.
No
me gustó el manto sujeto con la fíbula,
ni
el pie calzado y mi cinta se olvidó del perfume.
Voy
descalza, con un bastón, un vestido me cubre los miembros
y
tengo la dura tierra en vez de un lecho.
Soy
dueña de mi vida para saber tanto
y
más que las ménades para cazar.
CORNELIA
En el siglo II
a.C. Cornelia fue un modelo de matrona romana. Hija de Escipión el Africano, el
vencedor de Aníbal,
y esposa de un
cónsul, cuando quedó huérfana y viuda rechazó volver a casarse y, sin la
presencia de un
pater familias,
asumió la responsabilidad de educar a sus hijos.
Mujer culta e
inteligente, contribuyó a difundir la cultura helenística en Roma. Defendió las
políticas reformistas que sus hijos Tiberio y Cayo llevaron a cabo en una Roma
inmersa en una crisis económica donde el hambre se llevaba a multitud de
ciudadanos. Ante la ostentación que otras damas patricias hacían del lujo y de
sus joyas, Cornelia mostraba a sus hijos con orgullo: “Haec ornamenta sunt mea”
(Estas son mis joyas). Su
valentía le valió el reconocimiento de la aristocracia romana: vio cómo se
erigía una estatua suya en el Foro. Era la primera vez que se daba ese
privilegio a una mujer.
HORTENSIA
En el s. I a.C., en Roma, nació Hortensia, hija de uno de los mejores
oradores de la época. Educada en un ambiente de cultura, se
dedicó al estudio de la oratoria mediante la
lectura de los discursos de su padre y de prominentes oradores griegos. En
el año 42, tras la muerte de Julio César, se desencadenó una guerra civil entre
sus asesinos y sus defensores. Estos, al mando del segundo triunvirato,
decretaron un edicto que establecía que las mujeres más ricas de Roma debían
realizar una contribución extraordinaria al Estado para hacer frente a los
gastos militares.
Se produjo entonces un levantamiento femenino por parte de las mujeres
afectadas: Hortensia habló en el foro
en un discurso que ha pasado a la historia. Al
dirigirse a la multitud desde la tribuna de oradores, abandonó de forma escandalosa la esfera
privada, eminentemente femenina, por un entorno exclusiva y
tradicionalmente masculino, y frente a
la pasividad y al silencio que se esperaba y se deseaba de la matrona, tomó la
iniciativa y la palabra, ejerciendo además la oratoria, que estaba reservada únicamente al ciudadano
romano en el ejercicio de derechos y deberes para con el Estado. Al día
siguiente los triunviros rebajaron el impuesto.
“Nos
habéis privado de nuestros padres, de nuestros hijos, de nuestros maridos y
nuestros hermanos con el pretexto de que os traicionaron, pero si además nos
quitáis ahora nuestras propiedades, nos reducís a una condición más que
inaceptable para nuestro origen, nuestra forma de vivir y nuestra naturaleza.
Si nosotras os hemos hecho cualquier mal -como afirmáis que nuestros maridos os
han hecho-, castigadnos también como a ellos. Pero si nosotras, todas las
mujeres, no hemos votado a ninguno de vuestros enemigos públicos, ni derribado
vuestra casa, ni destruido vuestro ejército, ni dirigido a nadie contra
vosotros; si no os hemos impedido obtener los cargos ni honores ¿por qué
compartimos los castigos si no participamos de los crímenes? ¿Por qué pagamos
tributos, si no compartimos la responsabilidad en los cargos, los honores,
mandos militares, ni, en suma, en el gobierno, por el que lucháis entre
vosotros mismos con tan nocivos resultados?”
SULPICIA
Sólo
se han conservado seis poemas escritos por una mujer romana, y los seis
pertenecen a Sulpicia. En el s. I a. C., huérfana de padre, Sulpicia se crió
bajo la
potestas de su tío Mesala, hecho que le permitió moverse en los
círculos literarios de la época y una libertad poco común para las mujeres
romanas. Se atrevió a expresar un amor que en Roma se encontraba prohibido para
las mujeres, quienes debían limitar su sexualidad al matrimonio.
Tandem venit amor, qualem texisse pudori
quam nudasse alicui sit mihi fama magis.
Exorata meis illum Cytherea Camenis
attulit in nostrum deposuitque sinum.
Exsolvit promissa Venus: mea gaudia narret,
dicetur si quis non habuisse sua
|
Por fin llegó el amor. Me reprochan que
lo haya ocultado tanto a mi pudor como
no haberlo descubierto a nadie. Venus me
lo trajo y lo dejó caer en mi pecho. Venus
cumplió sus promesas: que cuente mis goces
aquel que diga
que no ha tenido los suyos.
HIPATIA
Mujer de
preclara inteligencia y espíritu libre. Por su agudo intelecto, vastos
conocimientos, dotes de magisterio y carisma personal, brilló entre los eruditos
de la época en la Alejandría del s.IV d. C.
Educada por su
padre, el astrónomo Teón, destacó en los estudios de geometría, álgebra,
lógica, filosofía y astronomía. Fue maestra de un selecto grupo de aristócratas
cristianos y paganos: su casa se convirtió en un centro de saber y
conocimiento. Hipatia, la
primera
mujer matemática de la que tenemos un conocimiento seguro y detallado, murió
asesinada por una turba de fanáticos cristianos: su muerte simbolizó el fin de
la ciencia antigua.
“Defiende tu derecho a pensar, porque
incluso pensar de manera errónea es mejor que no pensar”.
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"Examinad todas las leyes relativas a las mujeres con las que
vuestros antepasados sujetaron sus libertades y mediante las cuales las
sometieron a sus maridos. Y aun estando limitadas por todas estas
restricciones, apenas las podéis dominar. ¿Qué ocurriría si les permitierais
desbaratar esas leyes una a una, dislocarlas y, en fin, que se igualasen a sus
maridos? ¿Creéis que podríais soportarlas? En cuanto comiencen a ser iguales,
serán superiores".
Extemplo simul pares esse coeperint,
superiores erunt.
Palabras de Marco Porcio Catón, pronunciadas en Roma en el año 195 a.C.
(Tito Livio)