Después de Eutropio, que nos ha contado con bastante rapidez la Guerra Civil entre César y Pompeyo y la muerte del "divino Julio", es decir, el principio del fin de la República, ahora daremos un salto de 100 años en la historia de Roma: nos vamos al año 41 d.C., en pleno Imperio. Tras Augusto, primer emperador, subió al poder su hijo adoptivo Tiberio, y a este le sucedió Calígula, su nieto. Cuando los pretorianos, hartos de las crueldades y excentricidades del emperador, acabaron con su vida, vieron en Claudio a la persona ideal para sucederle: Claudio era sobrino de Tiberio y tío de Calígula, pertenecía, por lo tanto, como ellos, a la
familia Julio-Claudia, primera dinastía imperial en Roma. Pero Claudio era "el tonto de la familia". Probablemente por dificultades en el parto, se vió siempre aquejado de múltiples dolencias, además de ser tartamudo y cojo: una maravilla de hombre, vamos. Siempre había sido marginado por sus propios parientes, que le consideraban un "aborto de la naturaleza". Pero Claudio, lejos de ser tonto, fue u
n hombre cultivado, interesado por la historia, y tan listo que consiguió sobrevivir en un palacio imperial en el que las intrigas y asesinatos estaban a la orden del día.
Así que cuando se vió obligado a aceptar la púrpura imperial en contra de su voluntad lo hizo bastante bien: su mandato duró 13 años y gobernó con mano dura y eficacia. Otra cosa fue su vida personal: 4 esposas, entre ellas Mesalina ( orgullosa de mantener relaciones con un número incalculable de hombres, una auténtica meretrix : prostituta) y la última, Agripina, sospechosa de haber puesto fin a la vida del pobre Claudio y asegurarse así que su hijo Nerón subiese al trono.
Una figura histórica tan original no ha dejado indiferente a la posteridad. Así, el escritor británico Robert Graves nos ofreció en su imprescindible novela "Yo, Claudio" un retrato magnífico del que fue el 4º emperador de Roma. Y a la novela le siguió una ya mítica serie televisiva de la que os propongo que veáis al menos los primeros minutos. Y sin duda Graves se basó, entre otras fuentes, en la biografía de Claudio escrita por el historiador Suetonio: los textos con los que disfrutaremos en los próximos días.
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