Entre los amores de Zeus encontramos uniones divinas, como su unión con Metis, titánide, e hija de Océano y Tetis. Metis rechazaba cualquier halago y posible unión con Zeus, para ello, tomó muchas formas distintas. Pero al fin la atrapó y la dejó embarazada.
Tras ésto, un oráculo de la Madre Tierra, declaró que daría a luz a una niña, y que si Metis volvía a concebir, ésta vez sería de un varón, el cual estaba destinado a destronar a Zeus, su padre, como Zeus había destronado a Crono y él a su vez a Urano.
Zeus convenció a Metis de que se tumbara en un lecho, pudiendo así tragársela; aunque estando en su vientre, Zeus pretendía que le siguiese aconsejando.
Tras el paso de un tiempo, el tiempo debido, cuando se dirigía a las orillas del lago Tritón, Zeus sintió un horroroso e insoportable dolor de cabeza. Era tal el dolor que sentía, que creía que le iba a estallar el cráneo, y lanzaba tales gritos de dolor y furia, que todo el firmamento resonaba con su eco. Hermes se le acercó, y adivinó la causa de su dolor. No aguantaba más, por lo tanto, pidió ayuda a Hefesto, dios del fuego y de la forja, para que con su cuña y su mazo le abriese la cabeza, y así lo hizo. Su sorpresa fue, que de su frente salió Atenea, diosa de la estrategia militar, la sabiduría y la justicia entre otras, completamente armada, de la cabeza a los pies, y con una edad ya avanzada.
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