En los últimos textos que nos quedan por traducir de Higino el protagonista es un personaje llamado Nauplio. Una buena ocasión para acercarnos a su historia y la de su hijo, Palamedes. Nauplio es descendiente de otro Nauplio, fundador de una hermosa ciudad en la costa de la Argólide, la actual Nauplia. Encontramos a Nauplio formando parte de la expedición de los Argonautas, la que, comandada por Jasón llevó a los mejores héroes griegos hasta las costas del mar Negro en busca del legendario vellocino de oro , ¿lo recordáis?
Muchos de estos héroes eran los padres de los que una generación más tarde emprendieron otra expedición, esta vez de carácter bélico: la expedición griega que llegó a Troya con la intención de recuperar a Helena. Así pues, entre los “padres” que fueron con Jasón a la Cólquide estaba Nauplio, padre de Palamedes, Laertes, padre de Ulises, Telamón, padre de uno de los dos Ayax, Peleo, padre de Aquiles,…
En nuestros textos descubrimos , en cambio, a un Nauplio que busca la desgracia de los griegos en su regreso de Troya. ¿Por qué? ¿Qué había ocurrido para que Nauplio quisiera castigar tan cruelmente a los compañeros de su hijo Palamedes (ad persequendas filii sui Palamedis iniurias, nos dice Higino), cuáles fueron esas iniurias sufridas por Palamedes? Para entenderlo, tenemos que remontarnos a los preparativos para la guerra, al momento en que Agamenón intentaba reunir a los mejores héroes y jefes griegos. Algunos de ellos parece que no tuvieron una actitud tan heroica. Ya conocemos el episodio de Aquiles disfrazado de mujer, escondido entre las hijas del rey Licomedes, estrategia urdida por su madre Tetis en un vano afán por salvar a su hijo de la muerte segura que los dioses tenían dispuesta para él si acudía a Troya.
Fue Ulises quien tuvo la astucia suficiente para hacer que Aquiles se descubriera a sí mismo y formara parte del inmenso ejército griego. Disculpamos a Aquiles, era su madre Tetis quien buscaba protegerlo, ya sabemos, el amor de una madre lo justifica todo. Pero ¿Ulises? Sí, también Ulises intentó zafarse de la guerra, también Ulises se hizo pasar por lo que no era para evitar acudir a Troya. Fingió haber perdido la razón, sí se hizo pasar por loco, y para que no hubiera dudas de su estado, cuando acuden Menelao y Palamedes a Ítaca para reclutarle, se comporta como tal, unciendo al arado un buey y un asno juntos y sembrando sal en vez de semillas.
Palamedes es tan astuto como Ulises y encuentra muy sospechoso este repentino brote de locura, así que descubre su farsa colocando al pequeño Telémaco, hijo de Ulises y Penélope, delante del arado.
Ulises reacciona inmediatamente, tomando en sus brazos a Telémaco y tranquilizándole con suaves palabras. Una vez descubierto, no tiene más remedio que participar en esa guerra de la que quería huir. Pero guardará en su corazón un profundo resentimiento hacia Palamedes. Y en cuanto la ocasión se le presentó, se vengó de él. Ya en Troya, Ulises hizo creer a los griegos que Palamedes estaba dispuesto a traicionarles a cambio de una enorme cantidad de oro que, supuestamente, le habría ofrecido el rey troyano, Príamo. Escondió oro en la tienda de Palamedes, y los griegos creyeron a Ulises. Su reacción contra el supuesto traidor no fue precisamente mesurada: lo lapidaron hasta la muerte.
Así las cosas, entendemos mejor el deseo de venganza de su padre, Nauplio. Primero convenció a muchas de las solitarias mujeres de los jefes griegos para que les fueran infieles y conspiraran contra ellos, como sabemos que hizo Clitemnestra contra su esposo Agamenón.
Después de la toma de Troya, cuando la flota griega volvía triunfante a Grecia, fue sorprendida por una gran tempestad que sumergió una parte de ella y arrojó el resto a las costas de la isla de Eubea. Al tener noticia del desastre, Nauplio hizo encender durante la noche algunas fogatas sobre las rocas que rodeaban la isla, atrayendo a los barcos de los aqueos para tener la satisfacción de ver cómo se estrellaban contra las piedras. Muchos soldados y marineros murieron ahogados y los que consiguieron llegar a la orilla con ayuda de tablas o a nado, fueron horriblemente asesinados allí mismo. Paradójicamente Ulises, responsable directo de la muerte de Palamedes, escapó a esta venganza. Implacable padre castigando a quienes habían dado una muerte tan cruel a su hijo.
Pero, ¿por qué sabemos tan poco de Palamedes? ¿Por qué Homero ni siquiera lo menciona? Era tan astuto como Ulises, pero empleaba su astucia no para mentir, engañar o esconderse, como hacía el rey de Ítaca, sino para descubrir engaños y mentiras. Pero son otros los textos que hablan de él, textos secundarios (Eurípides escribió una tragedia con su nombre, pero sólo se conservan fragmentos), no Homero, quien, sin duda, en esa rivalidad entre ambos hombres se inclinó a favor del itacense. Palamedes se convierte en el precedente del sabio injustamente acusado, del filósofo injustamente condenado, en el precedente de Sócrates. Sabemos que la leyenda le considera inventor de muchas letras del alfabeto griego, sabemos que su elocuencia era incluso superior a la del inspirado Ulises. Palamedes es un héroe civilizador a quien se atribuye también la invención del ajedrez y el juego de dados No está mal que Higino nos haya permitido rescatarlo del olvido.
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