domingo, 5 de agosto de 2012

Academia Homérica de Quíos 2012

    Ganar la Prueba Nacional de Griego tiene, como ya sabéis, un estupendo premio: asistir a la Academia Homérica que cada verano se celebra en la isla griega de Quíos. Y allí hemos estado diez días Bruno y yo. Un viaje verdaderamente especial, que nos llevó primero a Atenas, donde subimos a la Acrópolis para admirar un Partenón que sigue en proceso de restauración desde hace años (aquí Bruno con dos compañeros de viaje: Amparo y Gregorio) 
y  para deleitarnos con el magnífico templo doble, dedicado tanto a Atenea como a Poseidón. La imagen más conocida del templo es la tribuna de las cariátides, esas 6 columnas con forma de mujer de las que nos habló hace tiempo Adriana en una entrada del blog. Las 5 originales que quedan en Grecia las vimos después en el nuevo Museo de la Acrópolis. La sexta sigue en Londres, en el British Museum, de donde no parece que vaya a regresar de momento.
        
                                     
No quisimos marchar sin fotografiarnos ante el olivo que, junto a este templo, recuerda para siempre a ese otro olivo que Atenea hizo brotar aquí para ganarse así el favor de los atenienses: en su honor impusieron el nombre de la diosa a la ciudad recién fundada.
A última hora de la mañana tuvimos tiempo de entrar en el Museo Arqueológico: la impresionante "máscara de Agamenón", la magnífica escultura de bronce de un Poseidón o Zeus sacado de los mares para dejar sin respiración a todo aquel que lo contemple,
las tablillas micénicas que hablaron en griego a Michael Ventris hace tan sólo algo más de medio siglo y los frescos recuperados de la isla de Tera (sí, la de la erupión volcánica de la que alguna vez hemos hablado, la actual Santorini que tanto nos gustaría visitar algun día).
   Y tras este delicioso aperitivo en Atenas, empezó una travesía por el Egeo que nos llevó desde el puerto de Pireo hasta la isla de Quíos, ya muy cerca de la costa de Turquía. Allí conocimos a los que serían, durante diez días, nuestros compañeros en esta singular Academia Homérica: jóvenes rusos, ingleses, belgas o griegos unidos por su estudio del griego clásico, que recibieron las inolvidables lecciones del profesor inglés John Thorley. Un hombre sabio y humilde que ama enseñar, que contesta con paciencia y entusiasmo a cualquiera de las preguntas que se le planteen. Aquí está junto a Bruno en un lugar emblemático, la "daskalopetra", una roca que a pesar de pertenecer a un templo de Cibeles mucho más tardío, pasa por ser el legendario lugar donde Homero recitaba y enseñaba a sus discípulos.
Junto a ellos y a otros alumnos de las clases de griego moderno, como Amparo, Gregorio o Carlos, o a profesores que acudieron a Quíos para hablarnos de sus estudios sobre distintos aspectos de la obra y la figura de Homero recorrimos la isla con sus innumerables monasterios ortodoxos,
siempre acompañados por algún sacerdote, algo que no dejó de llamar nuestra atención: la omnipresencia de la iglesia en los lugares que visitamos y los actos a los que asistimos. Aquí uno de ellos,  junto a Maria Eleftheria Giatrakou, la mujer que dirige esta Academia y cuya singularidad hace que escape a cualquier definición.
Conocimos lugares arqueológicos, como la antigua ciudad de Emporion, las preciosas islas Oinousses
 o la encantadora ciudad de Pyrgi, de fachadas con decoración geométrica en blanco y negro
Pero, aun siendo muchos y hermosos los sitios visitados, nos quedaremos para siempre con la alegría de los chicos y chicas chipriotas que nos acompañaron y deleitaron con sus bailes,
y entre los que estaba Spyros, joven y simpático lingüista con quien siempre era un placer conversar, con la locura homérica de Gregorio, nuestro Odiseo redivivo, que nos llevó a recrear lugares y personajes, contagiados de su pasión, con las risas, la ensalada griega, el sol, la cegadora luz de esta parte del mundo, la ironía de nuestra profesora de griego moderno, Déspina, y de su amiga Sofía, todo lo que vivimos y aprendimos, los baños de la tarde, el difícil inglés de Chris, compañero de Bruno... Y sobre todo con la hospitalidad de todos los que hicieron posible este sueño.
      Para los antiguos griegos la xenía era ese vínculo sagrado e inviolable que unía al anfitrión con su huésped, con ese xenos, palabra que designaba tanto al huésped como al extranjero, y en virtud de la cual se acogía con generosidad a quien llegara de lejos, se le brindaba ropa y comida y sólo después se le preguntaba quién era. Como Nausicaa y su padre, el rey de los feacios, acogieron a Odiseo cuando llegó como un naúfrago a sus costas, así nos han acogido a todos los que hemos participado en esta edición de la Academia Homérica en Quíos: con la auténtica generosidad de los antiguos anfitriones, como sólo los griegos saben hacerlo.
El último día de nuestra estancia en la isla los alumnos del profesor Thorley tuvieron que presentar los versos del canto VI de la Ilíada sobre los que habían trabajado. Bruno ofreció una traducción rimada de los versos 359-368 que emocionó  tanto a quienes comprendíamos el castellano como a aquellos que sin entenderlo intuyeron la poesía que había en ellos. Aquí quedan los versos homéricos y la traducción de Bruno:
τὴν δ᾽ ἠμείβετ᾽ ἔπειτα μέγας κορυθαίολος Ἕκτωρ
“μή με κάθιζ᾽ Ἑλένη φιλέουσά περ· οὐδέ με πείσεις· 360
ἤδη γάρ μοι θυμὸς ἐπέσσυται ὄφρ᾽ ἐπαμύνω
Τρώεσσ᾽, οἳ μέγ᾽ ἐμεῖο ποθὴν ἀπεόντος ἔχουσιν.
ἀλλὰ σύ γ᾽ ὄρνυθι τοῦτον, ἐπειγέσθω δὲ καὶ αὐτός,
ὥς κεν ἔμ᾽ ἔντοσθεν πόλιος καταμάρψῃ ἐόντα.
καὶ γὰρ ἐγὼν οἶκον δὲ ἐλεύσομαι ὄφρα ἴδωμαι 365
οἰκῆας ἄλοχόν τε φίλην καὶ νήπιον υἱόν.
οὐ γὰρ οἶδ᾽ εἰ ἔτι σφιν ὑπότροπος ἵξομαι αὖτις,
ἦ ἤδη μ᾽ ὑπὸ χερσὶ θεοὶ δαμόωσιν Ἀχαιῶν.”
Respondiole entonces el magnífico Héctor, el de tremolante penacho:
“Helena, no me ofrezcas asiento, no me convencerás aunque me quieras tanto,
pues mi corazón ya se ha agitado para defender en el llano
a los troyanos que para nada deseaban que me ausentara.
Mas a este hombre levanta y que él mismo se ponga en marcha,
de manera que cuando yo esté en la ciudad me alcance sin trabas.
Yo sin dilación partiré hacia casa para volver a verlos,
a mis criados, a mi esposa querida y a mi hijo tierno.
Pues no sé si en el futuro volveré otra vez de regreso
o los dioses me destrozarán en un momento a través de las manos de los Aqueos"
Concluyo esta entrada con unas fotos más de este increíble viaje y con el último recuerdo para quien ha hecho posible que yo lo viva: un alumno que sigue su camino lejos del aula en la que otros continuarán adentrándose en los sinsabores y placeres del latín y del griego. Pero a quien espero no perder del todo a pesar de la distancia. Gracias por muchas cosas buenas, Bruno, pero sobre todo por esas horas de los jueves en las que creo que ambos hemos disfrutado con los textos de los que nunca hay que  apartarse: los clásicos. Ad astra.





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