domingo, 5 de agosto de 2012

Academia Homérica de Quíos 2012

    Ganar la Prueba Nacional de Griego tiene, como ya sabéis, un estupendo premio: asistir a la Academia Homérica que cada verano se celebra en la isla griega de Quíos. Y allí hemos estado diez días Bruno y yo. Un viaje verdaderamente especial, que nos llevó primero a Atenas, donde subimos a la Acrópolis para admirar un Partenón que sigue en proceso de restauración desde hace años (aquí Bruno con dos compañeros de viaje: Amparo y Gregorio) 
y  para deleitarnos con el magnífico templo doble, dedicado tanto a Atenea como a Poseidón. La imagen más conocida del templo es la tribuna de las cariátides, esas 6 columnas con forma de mujer de las que nos habló hace tiempo Adriana en una entrada del blog. Las 5 originales que quedan en Grecia las vimos después en el nuevo Museo de la Acrópolis. La sexta sigue en Londres, en el British Museum, de donde no parece que vaya a regresar de momento.
        
                                     
No quisimos marchar sin fotografiarnos ante el olivo que, junto a este templo, recuerda para siempre a ese otro olivo que Atenea hizo brotar aquí para ganarse así el favor de los atenienses: en su honor impusieron el nombre de la diosa a la ciudad recién fundada.
A última hora de la mañana tuvimos tiempo de entrar en el Museo Arqueológico: la impresionante "máscara de Agamenón", la magnífica escultura de bronce de un Poseidón o Zeus sacado de los mares para dejar sin respiración a todo aquel que lo contemple,
las tablillas micénicas que hablaron en griego a Michael Ventris hace tan sólo algo más de medio siglo y los frescos recuperados de la isla de Tera (sí, la de la erupión volcánica de la que alguna vez hemos hablado, la actual Santorini que tanto nos gustaría visitar algun día).
   Y tras este delicioso aperitivo en Atenas, empezó una travesía por el Egeo que nos llevó desde el puerto de Pireo hasta la isla de Quíos, ya muy cerca de la costa de Turquía. Allí conocimos a los que serían, durante diez días, nuestros compañeros en esta singular Academia Homérica: jóvenes rusos, ingleses, belgas o griegos unidos por su estudio del griego clásico, que recibieron las inolvidables lecciones del profesor inglés John Thorley. Un hombre sabio y humilde que ama enseñar, que contesta con paciencia y entusiasmo a cualquiera de las preguntas que se le planteen. Aquí está junto a Bruno en un lugar emblemático, la "daskalopetra", una roca que a pesar de pertenecer a un templo de Cibeles mucho más tardío, pasa por ser el legendario lugar donde Homero recitaba y enseñaba a sus discípulos.
Junto a ellos y a otros alumnos de las clases de griego moderno, como Amparo, Gregorio o Carlos, o a profesores que acudieron a Quíos para hablarnos de sus estudios sobre distintos aspectos de la obra y la figura de Homero recorrimos la isla con sus innumerables monasterios ortodoxos,
siempre acompañados por algún sacerdote, algo que no dejó de llamar nuestra atención: la omnipresencia de la iglesia en los lugares que visitamos y los actos a los que asistimos. Aquí uno de ellos,  junto a Maria Eleftheria Giatrakou, la mujer que dirige esta Academia y cuya singularidad hace que escape a cualquier definición.
Conocimos lugares arqueológicos, como la antigua ciudad de Emporion, las preciosas islas Oinousses
 o la encantadora ciudad de Pyrgi, de fachadas con decoración geométrica en blanco y negro
Pero, aun siendo muchos y hermosos los sitios visitados, nos quedaremos para siempre con la alegría de los chicos y chicas chipriotas que nos acompañaron y deleitaron con sus bailes,
y entre los que estaba Spyros, joven y simpático lingüista con quien siempre era un placer conversar, con la locura homérica de Gregorio, nuestro Odiseo redivivo, que nos llevó a recrear lugares y personajes, contagiados de su pasión, con las risas, la ensalada griega, el sol, la cegadora luz de esta parte del mundo, la ironía de nuestra profesora de griego moderno, Déspina, y de su amiga Sofía, todo lo que vivimos y aprendimos, los baños de la tarde, el difícil inglés de Chris, compañero de Bruno... Y sobre todo con la hospitalidad de todos los que hicieron posible este sueño.
      Para los antiguos griegos la xenía era ese vínculo sagrado e inviolable que unía al anfitrión con su huésped, con ese xenos, palabra que designaba tanto al huésped como al extranjero, y en virtud de la cual se acogía con generosidad a quien llegara de lejos, se le brindaba ropa y comida y sólo después se le preguntaba quién era. Como Nausicaa y su padre, el rey de los feacios, acogieron a Odiseo cuando llegó como un naúfrago a sus costas, así nos han acogido a todos los que hemos participado en esta edición de la Academia Homérica en Quíos: con la auténtica generosidad de los antiguos anfitriones, como sólo los griegos saben hacerlo.
El último día de nuestra estancia en la isla los alumnos del profesor Thorley tuvieron que presentar los versos del canto VI de la Ilíada sobre los que habían trabajado. Bruno ofreció una traducción rimada de los versos 359-368 que emocionó  tanto a quienes comprendíamos el castellano como a aquellos que sin entenderlo intuyeron la poesía que había en ellos. Aquí quedan los versos homéricos y la traducción de Bruno:
τὴν δ᾽ ἠμείβετ᾽ ἔπειτα μέγας κορυθαίολος Ἕκτωρ
“μή με κάθιζ᾽ Ἑλένη φιλέουσά περ· οὐδέ με πείσεις· 360
ἤδη γάρ μοι θυμὸς ἐπέσσυται ὄφρ᾽ ἐπαμύνω
Τρώεσσ᾽, οἳ μέγ᾽ ἐμεῖο ποθὴν ἀπεόντος ἔχουσιν.
ἀλλὰ σύ γ᾽ ὄρνυθι τοῦτον, ἐπειγέσθω δὲ καὶ αὐτός,
ὥς κεν ἔμ᾽ ἔντοσθεν πόλιος καταμάρψῃ ἐόντα.
καὶ γὰρ ἐγὼν οἶκον δὲ ἐλεύσομαι ὄφρα ἴδωμαι 365
οἰκῆας ἄλοχόν τε φίλην καὶ νήπιον υἱόν.
οὐ γὰρ οἶδ᾽ εἰ ἔτι σφιν ὑπότροπος ἵξομαι αὖτις,
ἦ ἤδη μ᾽ ὑπὸ χερσὶ θεοὶ δαμόωσιν Ἀχαιῶν.”
Respondiole entonces el magnífico Héctor, el de tremolante penacho:
“Helena, no me ofrezcas asiento, no me convencerás aunque me quieras tanto,
pues mi corazón ya se ha agitado para defender en el llano
a los troyanos que para nada deseaban que me ausentara.
Mas a este hombre levanta y que él mismo se ponga en marcha,
de manera que cuando yo esté en la ciudad me alcance sin trabas.
Yo sin dilación partiré hacia casa para volver a verlos,
a mis criados, a mi esposa querida y a mi hijo tierno.
Pues no sé si en el futuro volveré otra vez de regreso
o los dioses me destrozarán en un momento a través de las manos de los Aqueos"
Concluyo esta entrada con unas fotos más de este increíble viaje y con el último recuerdo para quien ha hecho posible que yo lo viva: un alumno que sigue su camino lejos del aula en la que otros continuarán adentrándose en los sinsabores y placeres del latín y del griego. Pero a quien espero no perder del todo a pesar de la distancia. Gracias por muchas cosas buenas, Bruno, pero sobre todo por esas horas de los jueves en las que creo que ambos hemos disfrutado con los textos de los que nunca hay que  apartarse: los clásicos. Ad astra.





miércoles, 27 de junio de 2012

Iuvenili quadam dicendi impunitate

   "Con una libertad de palabra propia de la juventud", así se presentó un joven Cicerón ante quien sería su maestro en la isla griega de Rodas; y parece que Apolonio Molón (así se llamaba el célebre retórico), limó y puso freno a ese exceso juvenil del romano, haciendo que la sobriedad y la mesura caracterizaran su estilo a partir de entonces. Lo cierto es que cuando Molón escuchó a Cicerón no pudo menos que lamentar la suerte de Grecia, pues entendió que los únicos bienes que aún le quedaban -la educación y la palabra-, con el arpinate pasaban también a los romanos.
   Usando de la educación y de la palabra, y con una dicendi impunitas  similar, con la vehemencia y el idealismo que acompañan siempre a los jóvenes y que tristemente después se pierden en el camino, así habló Bruno el pasado 19 de junio en la Biblioteca Menéndez Pelayo ante profesores, amigos y familia, defendiendo el valor que para esta sociedad tienen unos estudios que a muchos nos hacen felices y a todos nos hacen mejores.
  Aquí quedan sus palabras. Que nada ni nadie pongan freno a su entusiasmo.
                               
Buenas tardes, hoy con este discurso no quiero jactarme de mi triunfo, ni decir banalidades, ni perderme por los caminos de la tan amada por Cicerón retórica, que conducen a destinos inciertos. Quiero hablar claro y con ello, mostrar a todo aquel que lo quiera oír, la importancia que ha cobrado en mi vida el latín, la importancia de esta multifacética lengua, una importancia que no sólo me afecta a mí o a todos los aquí presentes, una importancia de la que la sociedad indudablemente se tiene que hacer eco.
    En primer lugar antes de nada me gustaría agradecer a la Sociedad Española de Estudios Clásicos por haberme brindado la oportunidad de poder participar no sólo en el Certamen Ciceronianum, sino también en la Prueba Nacional de Griego. Además me gustaría también dar especialmente las gracias a la Sociedad Menéndez Pelayo, que ha sido la responsable de que yo pudiera vivir esta experiencia única gracias a la subvención que otorga al vencedor del Certamen Ciceronianum en la sección de Cantabria, subvención que ojalá se siga manteniendo durante mucho tiempo, pues realmente merece la pena vivir este tipo de experiencias que acentúan y consiguen que sea mayor tanto el conocimiento del Latín como las ganas de seguir estudiándolo, así como dan una oportunidad para conocer personas que tienen unas preocupaciones y unos gustos parecidos a los tuyos.
    Pero la participación en este Certamen tiene un trasfondo mucho mayor que el de un examen o un premio. La participación en este Certamen se debe a la gran pasión que despertaron dentro de mí el Latín y la cultura latina. Mi visión del latín se ha ido transformando en un breve lapso de tiempo. Primero, era un completo desconocido, algo que obviaba, algo que, por ignorancia, consideraba de escaso interés. Tras esto comencé a sumergirme en las corrientes tanto latinas como griegas y empezó a cambiar esta concepción, el Latín se mostró ante mí como un juego, un juego en el que se aprendían las reglas y a base de experimentar y experimentar, se conseguía desentrañar el misterio encerrado en cada letra de cada texto, un juego en el que la sintaxis se convertía en el mayor aliado, un juego en el que sin apenas darme cuenta, me había convertido en un jugador más. Pero el juego dejó de ser un juego. El juego se tornó en necesidad, la necesidad de traducir, de descifrar, de analizar, de alcanzar un conocimiento del latín mayor, en definitiva, de adentrarme más profundamente en las vicisitudes de esta hermosa lengua.
    Y así decidí prepararme para este Certamen, un hecho que fue la culminación de un gran trabajo de documentación y traducción. La preparación conllevó muchas horas dedicadas y mucho esfuerzo empleado, muchos sacrificios y muchos más beneficios, muchos desamores y muchas reconciliaciones con el Latín. Todos los pros y los contras obtuvieron finalmente su recompensa y conseguí ganar este Certamen. Pero eso no quiere decir que sea el mejor o el más listo, para nada. No me puedo olvidar de los duros rivales que tuve, Guillermo, Pablo, a la vez rivales y amigos, que habían seguido de la misma forma que yo la ardua senda preparatoria para este examen, y que habían luchado para conseguir su objetivo, presentando unas credenciales tan firmes como las mías.
    Pero el ya citado arduo camino preparatorio finalmente me hizo también alcanzar la última etapa de mi concepción del latín, mi concepción actual, el Latín como método de cura para esta sociedad indudablemente enferma. Este idioma nos otorga muchas y diversas cualidades: como acción más inmediata, el aprendizaje del Latín acentúa el entendimiento de nuestra propia lengua y también de distintas lenguas, al ser la lengua madre de todas las romances. Además, la necesidad en ciertos momentos de la traducción de buscar sinónimos o de emplear un determinado sintagma hace que el conocimiento del léxico de nuestra propia lengua sea mayor. Pero no solo eso, sino que también el ejercicio lógico desempeñado en el descifre de la lengua latina y de su sintaxis hace que nuestra capacidad de raciocinio aumente considerablemente, incrementando nuestra habilidad y rapidez mental. Por último, conocer el Latín te permite dar una propia interpretación sobre lo que dijeron los clásicos, no accedes a una traducción, sino que das la tuya propia, pudiendo conocer en primicia un texto que cobra vida haciendo que tus sentimientos fluctúen conforme fluctúan las ideas del texto, aceptándolas o rechazándolas, y finalmente, haciendo cristalizar una nueva visión tanto de ti mismo como del mundo que te rodea.
    Todas estas reflexiones me llevan inexorablemente a preguntarme diversas cuestiones, ¿por qué el Latín se obvia tanto en la sociedad? ¿Por qué somos tan pocos en este pequeño pero interesantísimo mundo latino? La respuesta a ambas preguntas es bastante clara. Porque tristemente dependemos de una economía basada en la adoración del dinero, aunque ello implique la pérdida absoluta de ya no sólo el Latín, sino de diversos métodos que incrementan nuestras posibilidades intelectuales. Ante esta caza que están sufriendo las Humanidades, sólo podemos tomar una decisión: acercar las culturas clásicas a la sociedad, mostrárselas cercanas y finalmente explicar a todo el mundo que el poder económico no es lo más importante, que el dinero es simplemente una representación, algo que desaparece con el tiempo, mientras que el aprendizaje se mantiene dentro de nosotros, ayudándonos a ser mejores personas.
    Por último y para acabar, quisiera agradecer a todas las personas que me ayudaron para conseguir mis metas. Sobre todo una mención especial a mi profesora Azucena, sin la que no podría haber conseguido absolutamente nada. Ella me mostró la senda y yo solo tuve que seguirla, tiene la misma culpa que yo o más de que finalmente haya alcanzado la meta. También a mis amigos Manuel y Saúl que me dieron la mano y me animaron a seguir siempre que tuve dudas o miedos. Y cómo no, a mi familia que también me dio todo su apoyo y cariño, y a mi madre, que luchó y luchó a pesar de todos los pesares y consiguió darme a mí y a mis hermanos una educación que considero digna de admiración.
    Por tanto, por todo lo dicho y aquí expresado, eventos como el Certamen Ciceronianum, son tan importantes para acercar a la sociedad las humanidades. Yo puedo asegurar sin dudar que haré todo lo posible por defender la cultura clásica y expandirla todo lo que pueda. Así, la sociedad conseguirá despertar de este letargo que poco a poco la está consumiendo y seguirá la senda correcta para formar un mundo mejor, más justo y feliz. Muchas gracias.

viernes, 25 de mayo de 2012

Un año inolvidable (Bruno González)

    La incertidumbre, el miedo y la pesadumbre son los primeros escollos que hay que salvar para poder creer en las posibilidades que tiene uno mismo, y el trabajo y la constancia, los mejores aliados para lograr tus propósitos. En 4º de la ESO era un alumno de ciencias siguiendo la corriente de la enseñanza, cuyo único destino es la playa del interés económico. Pero yo realmente estaba fascinado por la lengua y todo lo que ella conllevaba, siempre me gustó la sintaxis, la lógica aplicada al lenguaje humano y para mí, el latín era ese idioma olvidado del que tenía sólo unas ligeras nociones. En 1º de Bachillerato, decidí, olvidando todas las “buenas” recomendaciones, sumergirme en lo que verdaderamente me gustaba y abogué por el latín y el griego. Y ahora, mirando hacia atrás, me doy cuenta del gran cambio que he experimentado;  cuando entré a estudiar latín y griego no sabía qué eran las declinaciones, y solamente dos años después he podido traducir con ciertas garantías un texto bastante complicado de Cicerón de su tratado “De re publica”. La verdad, es algo de lo que estar orgulloso, pero como dije, el trabajo y las ganas son esenciales para alcanzar cualquier meta, sin ellos, no hubiera logrado nada.
Me gustaría también hablar del camino que me condujo a presentarme al Certamen Ciceronianum: hubo  mucho esfuerzo y bastantes horas invertidas, no sólo por mi parte, si no también por parte de Azucena, a quien doy las gracias por todo el tiempo que invirtió en prepararme. Salí muy contento del examen y tenía todas las ilusiones depositadas en él. Pero, por muy bien que te haya salido algo, ganar lo ves como una utopía, y así me sentía cuando, al acabar un examen,  mi profesora de lengua me comunicó que había quedado el primero en la delegación de Asturias y Cantabria. ¡Yo ganando un premio de latín, quién me lo habría dicho 3 años atrás! Lo que no sabía entonces y ahora no me termino de creer es que esa era la primera pincelada de este año tan increíblemente fructífero.

Tras esto tocaba hacer los exámenes de Cantabria, el de Griego y el de Latín. Me presenté primero a un examen de Griego que resultó ser fácil y bonito. Pero el que realmente me importaba era el de después, el de Latín. Y entonces me tuve que enfrentar a un texto bastante complicado de Quintiliano y pese a que no salí contento del examen, se puede decir que me defendí medianamente bien, excepto por unos fallos tontos. Los resultados fueron buenos.  
  Pero en todo este tiempo no paramos de trabajar y comenzamos a preparar el texto del Pseudo-Jenofonte para la Prueba Nacional de Griego. Sinceramente tengo un menor dominio del griego que del latín, aunque visto lo visto, parezca que no. Entonces me puse a prepararlo como empujado por la corriente, sin tener muchas ganas y sin estar muy esperanzado en ello, si no más bien para no perder soltura en la traducción y mejorar mi nivel de griego.

Llegó el examen y empecé a traducir, y según iba avanzando en la traducción, me iba dando cuenta de que no sólo me estaba quedando bien, si no que incluso iba cambiando las palabras por otras con una mayor carga y alterando la posición de los sintagmas dentro de la frase para producir un efecto más rítmico y compacto. Luego también había una pregunta de sintaxis, otra de morfología y otra de etimología que también me salieron bastante bien, quizá no al nivel de la traducción, pero también a un alto nivel. Y entonces llegué a los dos comentarios, que sorprendentemente, tenían un límite de líneas. Y ahí es donde más dudas tuve sobre la calidad de lo escrito. Mi letra es muy grande, y además yo tengo muchas cosas que decir, y las 15 líneas y 30 que se podían hacer respectivamente en cada pregunta se me quedaron cortísimas.
   Transcurrió el tiempo y cada vez me iba haciendo más ilusiones de que podía ganar, pero nunca sin creerlo realmente. Primero, me comunicaron que mi examen había ganado en Cantabria y Asturias y que ya estaba en Madrid. Ya a la vuelta de Arpino, llamaron a Azucena diciendo que había ganado en la Prueba Nacional. ¡Yo ganando una prueba nacional y encima en griego! Fue el broche de oro a un año que supongo que sea irrepetible en cuanto a logros académicos. Mi aprendizaje de todo lo ocurrido y el consejo que quiero dar a todo el que quiera oirlo es el siguiente: cree en ti mismo, lucha por lo que quieres y nunca te rindas, et ut ait Vergilius, sic itur ad astra.

XXXII Certamen Ciceronianum Arpinas: un viaje mágico. (Bruno González)

         Ganar en Cantabria el concurso ciceroniano llevaba implícito un increíble premio, el viaje a Arpino. Estos días mágicos empezaron el miércoles 9 de Mayo. Tras haber llegado a Roma sin incidentes (excepto el timo de un euro en el aeropuerto de Santander que afortunadamente se quedó como un recuerdo gracioso) Azucena y yo fuimos a visitar el Mausoleo de Constantina (en la foto), 
pues ambos ya habíamos visto los sitios más importantes de Roma. Visitamos el museo de los frescos en el que se encuentra la pintura que ilustra este blog y que a pesar de mi renitencia resultó ser muy interesante, pero tras esto, no pudimos resistir el instinto turista y volvimos a mi amado Panteón: es imposible describir con palabras la paz y serenidad que transmite. Después fuimos a cenar con Gregorio, María y Marina, ¡qué extraño es pensar que entonces no les conocía de nada y que a los cuatro días estaba casi llorando por despedirme de ellos! Al día siguiente estuvimos visitando otra vez Roma junto a nuestros nuevos amigos y por la tarde pusimos rumbo a Arpino.
    Aquí es cuando comienza la vorágine de recuerdos, lo que ocurre cada día se confunde en la memoria, pues se vivió cada segundo intensamente. Llegamos a Frosinone los cinco fantásticos, nos llevaron en autobús al hotel Bonifacio y en ese trayecto es donde conocí a Flavia, a Sara y a Juan Carlos. A Rodrigo y Jordan les conocí en la recepción del hotel. Y ya desde un primer momento nos empezamos a llevar todos bien, si mi memoria no se equivoca, la primera noche en Arpino estuvimos todos hablando y estudiando juntos para el examen del día siguiente, temido y respetado, que inevitablemente acabó llegando. Yo, sinceramente, había pasado una noche bastante mala, los nervios y otros factores hicieron que sólo pudiera dormir una hora y media, además me encontraba en estado febril seguramente provocado por esa falta de sueño. Y así me presenté al examen, sin estar para nada receptivo, pero mientras le estaba haciendo, me iba animando, pues pese a que era muy difícil y no estaba en las mejores condiciones, conseguí dar una traducción ni mucho menos buena, pero al menos aceptable. Fui el último español en acabarlo, y me tocó comer con un búlgaro y dos italianos, de los que me hice amigo pese a mi escaso dominio del inglés. Me reencontré con los españoles en la acrópolis de Arpino. 
    A la vuelta hacia el hotel, me senté en el autobús con Óscar, el profesor de Rodrigo, que me estuvo hablando en latín y para mi sorpresa, yo le entendía casi todo. Fue quizá mi viaje en autobús más enriquecedor culturalmente hablando y estoy muy contento de haber tenido una “mini clase” con este gran profesor. Tras todo esto, tuvimos que ir a la discoteca cuando me caía del cansancio, pero al menos pude disfrutar de más tiempo con mis nuevos amigos. Tras sólo 5 horas de sueño, fuimos el sábado por la mañana a Formia y vimos el mausoleo de Cicerón que hizo en su honor su hijo Marco, además del pueblo  y el depósito de agua romano, que, sin agua, perfectamente podría asemejarse a una iglesia.
                                                                                   
    Comimos y fuimos por la tarde en autobús (quizá el único fallo de la organización, el exceso de viajes en autobús que restó casi  la mitad del tiempo para disfrutar más de diversas cosas de interés) a la fiesta de Arpino, donde por la noche dieron un concierto en el que disfrutamos de estar todos los españoles juntos, pues ya casi éramos como amigos de toda la vida.
  Y por fin llegó, esta vez con 3 horas de sueño, el día de la entrega de premios, donde se coronó el gran Rodrigo: una mención de honor que nos sorprendió a todos y que provocó que la gran mezcla de emociones más la falta de sueño explotaran dentro de mí:  no pude más que correr a donde él y abrazarle con lágrimas en los ojos. Se lo merecía sin lugar a dudas y me alegré infinitamente por él.
     Finalmente comenzó la triste partida, primero de Arpino, desde donde cogimos otra vez el maldito autobús que nos llevó a Roma. Allí, después de comer, empezaron las despedidas: los besos, los abrazos, los llantos y la pena. Nos despedimos físicamente, pero yo les sigo conservando dentro de mí con mucho afecto. Y entonces tuvimos que volver otra vez de vuelta a la cruda realidad, además realizando un largo viaje de regreso, con autobús nocturno incluido en el que finalmente caí rendido.
    Como conclusión, no puedo dejar de decir que el cariño que cogí a todos los que fueron allí fue inmenso y espero volver a verlos otra vez dentro de muy poco. Además, fue un viaje de un gran interés cultural en el que aprendí mucho. Pero, como dato negativo, queda siempre la espinita de sentirte una hormiga en un mundo de gigantes, ¿qué posibilidades reales tiene un español con dos o tres años de latín frente a un italiano con 6 años? No peleamos en esa guerra con las mismas condiciones ni con las mismas armas y parece un poco en vano tanto gasto para combatir en una guerra tan desigual. Sic res sunt, sed tantum bonas memento. Con todo, no cambiaría Arpino por nada. Fue un viaje mágico.

martes, 22 de mayo de 2012

En defensa de la educación pública

    Hoy no he ido a trabajar, no he estado en clase con mis alumnos de latín y griego, no hemos traducido el texto sobre la integridad del romano Fabricio ni sabemos cómo acaba la historia del tirano Polícrates, cuya buena suerte fue proverbial. Hoy he salido con mis compañeros a recorrer las calles detrás de una pancarta, a decir no, a decir basta, a gritar contra el error y el horror que se ciernen sobre la educación pública en nuestro país. No debemos permitir que quien gobierna en nuestro nombre, quien gobierna con los votos de los ciudadanos, se vuelva una y otra vez, como perro hambriento, contra esos mismos ciudadanos.
   Quieren quitarnos el bien más preciado que pueda tener una sociedad libre: una educación buena e igual para todos, para quien tiene medios económicos y para quien carece de ellos, una educación que difumine las desigualdades y que ofrezca las mismas oportunidades a todos los ciudadanos, una educación que busque cada día ser mejor para formar personas con criterio propio, con capacidad para pensar y expresarse, para enriquecernos así a todos. Quieren deshacerse con un gesto frívolo de lo que se ha conseguido a lo largo de un duro camino. Quieren dejar sin voz, sin pensamiento y sin palabra a tantos y tantos que no podrán recibir la mejor educación en clases masificadas, que no podrán acceder a estudios superiores por falta de recursos, que no podrán formarse en aquello que les apasiona y para lo que están dotados.
  Es mucho lo que nos quieren quitar, es mucho y es nuestro. No debemos permitir que ellos, que mañana ya no estarán sentados en sus poltronas, causen un daño irreparable a quienes tendrán que ocuparse del futuro.
 

jueves, 17 de mayo de 2012

Bruno, nuestro ganador de la Prueba Nacional de Griego

  Apenas acabamos de regresar de Arpino, de vivir una experiencia inolvidable junto a casi 300 jóvenes europeos amantes de las lenguas clásicas, cuando hoy nos han dado la noticia de que Bruno ha sido el ganador de la Prueba Nacional de Griego. Se empieza a hacer difícil digerir tantas emociones. Seguro que en cuanto Bruno encuentre tiempo y tranquilidad hará una entrada para contarnos cómo ha vivido estos días en Arpino. De momento, aquí podemos verle junto a los demás alumnos españoles que también participaron en este certamen internacional.
   Pero ahora nos toca volver a felicitarle por este feliz colofón a un año en el que ha trabajado mucho y bien para perseguir sus sueños.
  Fue el pasado 20 de abril cuando se celebró de forma simultánea en todas las delegaciones de la Sociedad Española de Estudios Clásicos la prueba de Lengua y Cultura Griegas. Consistió en la traducción y comentario de un texto de un autor ateniense del s. V a.C. conocido como "el Viejo Oligarca". En el texto, al autor no le queda más remedio que aceptar que está justificado el nacimiento de un nuevo sistema de gobierno en Atenas, la democracia, a pesar de que él no lo comparte. Lo cierto es que si es el pueblo quien con su trabajo confiere fuerza y poder a la ciudad, debe ser el pueblo quien, hablando en las asambleas, decida qué es lo mejor para sí mismo. Un tema que, no importan los siglos transcurridos, sigue  mereciendo nuestro interés y reflexiones.
  Será el próximo 8 de junio, en el Círculo de Bellas Artes, cuando Bruno reciba este último premio: una bolsa de estudio para acudir este verano a la Academia Homérica en la isla griega de Quíos. Trabajar, prepararse, no rendirse, siempre proporciona grandes satisfacciones. Y a veces, además, se puede disfrutar con el reconocimiento a lo bien hecho. Enhorabuena una vez más. Te lo has ganado.

sábado, 21 de abril de 2012

¡Bravo, muchachos!

       De nuevo los alumnos de Latín y Griego merecen ser felicitados, y lo hago con sumo placer. El año pasado fueron unas brillantes alumnas las que nos dieron la satisfacción de ver a nuestro instituto en los primeros puestos del Certamen de Traducción de Latín y Griego de Cantabria. No olvidamos a Ianire, Irene, Ana y Cristina; como tampoco olvidamos al resto de sus compañeras. Y este año tenemos una doble alegría: al primer premio en el Certamen Ciceronianum conseguido por Bruno añadimos ahora su segundo puesto en el Certamen de Latín y el tercero en el de Griego. Pero no es el único. También Ricardo, a pesar de parecer tan poco centrado en las clases (me lo vas a perdonar, pero es así), ha conseguido estar entre los 10 primeros en el Certamen de Latín: un loable octavo puesto. Enhorabuena a los dos.  Me encanta poder felicitaros.
   Para ello Bruno y Ricardo, junto con sus compañeros y más de un centenar de alumnos de toda Cantabria, tuvieron que traducir un texto de Quintiliano  (su estatua en Calahorra en la foto) realmente muy difícil en el que quien sin duda fue el mejor maestro de retórica de la antigüedad animaba a los alumnos a "querer a sus maestros no menos que a los propios estudios":, pues multum haec pietas conferet studio: mucho aportará este amor al estudio.

   En el Certamen de Griego el autor elegido fue Esopo, creador de fábulas como la de "El viejo y la muerte", texto que tradujeron Bruno y sus compañeras de Griego II. La historia nos cuenta que πᾶς ἄνθρωπος φιλοζωος, ἐν τῷ βίῳ κἂν δυστυχῆ ," todo hombre es amante de la vida, aunque sea desdichado en su existencia". Tanto en la prueba de Latín como en la de Griego los alumnos tuvieron que responder a cuestiones de sintaxis, morfología y léxico. 
   Y quiero aprovechar la ocasión para animar al resto de mis alumnos: a los de 2º porque os queda muy poco para terminar y necesitáis realizar un último esfuerzo hasta llegar a la PAU. A los de 1º y 4º porque habéis escogido una opción, las humanidades, que no es precisamente fácil. Pero estad seguros de que con esfuerzo, constancia e interés conseguiréis tan buenos resultados como Bruno o Ricardo. Las lenguas clásicas os están abriendo puertas para mejorar el conocimiento de vuestra propia lengua y para aprender mejor otras,  para adentraros en los sugestivos mundos de la mitología y la historia antiguas y, en definitiva, para ampliar vuestra cultura. Tal vez no son los estudios más rentables desde el omnipresente punto de vista económico, pero siguen siendo estudios imprescindibles.
 

lunes, 26 de marzo de 2012

Una comedia de Plauto, "Rudens"

Y después de asistir a la representación de una tragedia griega, "Ifigenia" (en la entrada anterior), nos toca reir, o al menos eso esperamos. En esta ocasión el Grupo Balbo nos ofrece una comedia latina de Plauto, cuyo título, "Rudens", no parece aclarar mucho. El significado de esta palabra es "cable de navío", "jarcia", "amarra", es decir, que parece situar la acción en un ambiente marino. Efectivamente, así es, pues en el nudo de la acción encontramos un naufragio, y en torno a él se desarrollará la trama. Y esa cuerda a la que se refiere el título será la que permita rescatar del mar un bául con objetos importantes para el desenlace de los hechos.
  Pero antes de hablar del argumento y los personajes no está de más enterarnos de quién fue Plauto y de qué tipo de teatro hacía. Aunque los de Latín II ya lo habéis estudiado seguro que no os importa recordarlo.
   Nos tenemos que situar en el siglo III a. C., en Roma, claro. Plauto se convirtió, en su época, en el autor de comedias más querido por los romanos, pues lo que buscaba, esencialmente, era divertir a todo el pueblo, en un momento de delicada crisis política y social. Para ello volvió su mirada a Grecia y encontró un filón en las obras de la Comedia Nueva griega, escritas por autores como Menandro unos cuantos años antes. Se trata de teatro de situación, más bien de carácter "burgués", ambientado en cualquier ciudad griega,  teatro que habla de temas familiares y de enredos, de hermanos separados al nacer y reencontrados años después, de amores contrariados, de conflictos entre padres e hijos, de compa-venta de mujeres,... Plauto recoge estos textos y los adapta a la lengua latina y al público romano. Sus comedias, así pues, pertenecen al género llamado fabula palliata, es decir, comedias ambientadas en una ciudad griega, con personajes griegos, que visten el pallium, el manto griego.
  Se caracterizan por presentar unos personajes prototípicos, que el espectador reconocía con facilidad: un esclavo astuto, una joven inocente, un lenón (quien comerciaba con mujeres), un joven enamorado, un anciano,...Y en ellas suele haber malentendidos, conflictos y sobre todo "reconocimientos", ἀναγνώρισις en griego. Si bien, como hemos dicho, Plauto pretendía sobre todo hacer reir a su público, ya sabéis que en esta comedia hay también presente un no despreciable componente moral: premiar el bien y castigar el mal.


  Os resumo el argumento: la estrella Arturo, (de ἂρκτος, oso) es decir, el "guardián de la osa", por su proximidad a la Osa Mayor y la Osa Menor es la estrella más brillante del hemisferio celeste norte. Es quien protagoniza el prólogo, y quien provoca una tempestad para salvar a dos muchachas que han caído en manos de un desalmado lenón que quiere prostituirlas. Tras el naufragio se refugian en un templo en Cirene, lugar en el que transcurre la acción. El lenón, Lábrax, las encuentra y se las quiere llevar a la fuerza, mientras que un anciano intenta impedir el sacrilegio. Mientras, un esclavo de este anciano, ha recogido del mar con una cuerda (rudens), un baúl que contiene objetos que van a permitir identificar a las muchachas. Así descubriremos que una de ellas es la hija que le fue raptada a Démones, el anciano, cuando era una niña. ¡Vaya, os he contado el final!

martes, 20 de marzo de 2012

Ifigenia en Áulide y en Táuride

El próximo martes 17 de abril, justo después de volver de las vacaciones de Semana Santa, nos vamos al Palacio de Festivales en Santander para asistir al Festival de Teatro Grecolatino del 2012. Como ya sabéis, veremos una tragedia de Eurípides sobre el personaje de Ifigenia. Aunque tal vez tendríamos que decir que veremos dos tragedias en una, pues parece que lo que el grupo "Balbo" nos va a ofrecer es un montaje propio basado en las 2 tragedias que escribió Eurípides sobre Ifigenia.
  Aunque ya todos conocéis la triste historia de esta muchacha, no está de más volverla a recordar. Todo empieza en Áulide, el puerto donde se reunieron los ejércitos griegos, al mando de Agamenón,  dispuestos a zarpar hacia Troya para vengar el rapto de Helena. Como la falta de viento no permitía que zarparan las naves, se consultó al adivino de turno, en este caso, Calcante. La respuesta fue clara: Agamenón debía ofrecer a su propia hija Ifigenia en sacrificio a la diosa Ártemis. El jefe griego envió sin dudarlo unos mensajeros a Micenas para que llevaran hasta Áulide a la pobre Ifigenia, a la que engañaron haciéndole creer que iba a casarse con el mejor de los griegos, con Aquiles.
 A Ifigenia la acompañaron su madre Clitemnestra y su hermano pequeño, Orestes. Y aunque Agamenón empezó a arrepentirse de lo que se disponía a hacer, la presión de los guerreros griegos le impidió rectificar. El propio Aquiles, al conocer la verdad, intentará evitar el sacrificio. Pero Ifigenia, quien al principio había suplicado piedad a su padre, acabará por aceptar su destino para, de esa forma, permitir que los griegos venguen la ofensa recibida por los troyanos.
 Como seguro que recordaréis, en el último momento Ártemis salvó a la joven de la muerte.
 Aquí tenéis un cuadro de Charles dela Fosse ( s.XVII) que refleja ese momento.
Pero, ¿a dónde la llevó? In terram Tauricam, ¿recordáis? A la Táuride, o Taúrica, en la costa meridional de la actual península de Crimea (Ucrania). Allí vivía un pueblo que, según la leyenda, tenía la fea costumbre de sacrificar los náufragos que llegaban a su orilla a una diosa virgen que los griegos identificaron con Ártemis. Ifigenia, una vez en Táuride, se convirtió en sacerdotisa de la diosa que la había arrancado de la muerte, y, paradojas de la vida, era la encargada de iniciar los ritos de tan cruentos sacrificios, ella, que había escapado a uno. Aquí la tenéis, pensativa, contemplando la costa, esperando, quién sabe, la llegada de nuevas víctimas.
Pero he aquí que el destino quiso que un día llegaran a Táuride dos apuestos jóvenes. ¿Quiénes?, preguntaréis ansiosos. Ifigenia no lo reconoció, pero uno de ellos era Orestes, su hermano menor, aquel que la había acompañado a Áulide junto con su madre. ¿Qué hacía allí? Huir de las Furias, de las Erinias, que lo atormentaban sin descanso por haber matado a su propia madre. Sí, la mató, para castigarla, porque Clitemnnestra, a su vez, había matado a Agamenón, su marido y padre de Ifigenia y Orestes, en cuanto éste puso un pie en Micenas después de terminada la guerra de Troya. Aquí tenéis a Orestes, junto al cadáver de su madre, perseguido por las Furias.
Pues bien, un oráculo le había comunicado a Orestes que sólo haciéndose con la estatua de Ártemis que se encontraba en el país de los Tauros se libraría de semejante tortura. Y por ese motivo viajó a Taúride acompañado de su buen amigo Pílades, que, como recordaréis los de Latín II, le había ayudado a cometer el asesinato de Clitemnestra. Allí son capturados y llevados al templo de Ártemis, donde serían sacrificados. Ifigenia, al ver que son griegos, les pide noticias de su familia. Y acepta perdonar a Orestes si regresa a Grecia a llevar, a su vez, noticias de ella. Pílades debe quedarse y morir. ¡Vaya lío! Es el momento del inconmensurable gesto de amistad de Orestes, que ofrece dar su vida para salvar la del amigo. Y, por fin, el momento en el que ambos hermanos se reconocen. La tragedia "Ifigenia en Taúride" termina con el regreso de los tres a Grecia.
Este mosaico, que no vimos en los Museos Capitolinos el año pasado (habrá que volver), representa a los dos hermanos. Ifigenia sostiene en sus manos la estatuilla de Ártemis.
Espero que os sirva para seguir mejor la trama y los personajes de lo que veremos el día 17.

martes, 13 de marzo de 2012

Así, Bruno, "ad astra"

   Bruno González, alumno de 2º de Humanidades ha sido el ganador del Certamen Ciceronianum 2012 en la Delegación de la SEEC (Sociedad Española de Estudios Clásicos) de Asturias y Cantabria.
El premio le llevará a Italia en mayo, para participar en el certamen internacional de traducción que se celebra en la ciudad natal de Cicerón.
 La prueba se celebró el pasado 23 de febrero y en ella los participantes tuvieron que traducir un texto latino de Cicerón sobre la amistad:
"Principio qui potest esse vita vitalis, ut ait Ennius, quae non in amici mutua benevolentia conquiescit?"
(En principio,¿cómo puede existir una vida digna de ser vivida, como dice Ennio, que no descanse en el mutuo afecto de un amigo?)
  Estas son las primeras palabras del texto que  Bruno tradujo y sobre el que tuvo que hacer también un comentario sintáctico, etimológico, histórico, para luego relacionarlo con la sociedad actual.
  El texto no era nada fácil, pero Bruno llevaba varios meses traduciendo a Cicerón, trabajando y preparándose con ganas y determinación. Meses en los que  la morfología y  la sintaxis han sido sus  mejores aliadas para ahondar en pensamientos a veces complejos, a veces huidizos y, casi siempre, certeros y conmovedores.
 En una ocasión de él alguien dijo una pequeña necedad: que era un desperdicio que un alumno así hiciera un Bachillerato de Humanidades. No,  no es un desperdicio que ningún alumno, aunque no sea "así", lo haga. No es un desperdicio profundizar en el conocimiento de la lengua para sentirnos más dueños de ella, y por lo tanto más dueños de nuestros pensamientos; no es un desperdicio no rendirse ante cualquier dificultad en una traducción; no es un desperdicio reflexionar, analizar, tomar decisiones, equivocarse y rectificar. Aunque presentadores iletrados se mofen de que aún se estudie latín en los institutos, es un valioso lujo que así sea.  Permite mantener vivo el misterioso hilo que nos une con lo que fuimos, que nos hace entender mejor quiénes somos.
Ahora es el momento, dulce, de disfrutar del final de un intenso camino. Mañana seguiremos traduciendo. Porque nos gusta.