domingo, 3 de abril de 2011

LAS LATOMÍAS DE SIRACUSA

    Acabamos de empezar a traducir fragmentos del último discurso que Cicerón escribió contra Verres, ya sabéis, ese cruel, soberbio y corrupto al que Roma envió como propretor a la provincia de Sicilia en el año 73 a. C. . Durante su gobierno en la isla cometió innumerables atrocidades: ahogó con sus abusivos impuestos a la población, saqueó templos y casas privadas para apropiarse de las obras de arte, extorsionó sistemáticamente a los terratenientes, y condenó y ajustició a ciudadanos romanos. Precisamente es de este último crimen del que tratan nuestros fragmentos.
   El protagonista es  Publio Gavio, del que nos cuentan que consiguió escapar de las "latomías" de Siracusa, donde Verres le había encarcelado  junto con otros ciudadanos romanos,  y se presentó en Mesina con la intención de denunciar la situación. Avanzando en la traducción conoceremos su triste final.
     Pero ¿qué eran estas latomías, las lautumiae? En el diccionario encontramos el significado de "canteras", y es esa precisamente la etimología de la palabra: del griego arcaico λαας "piedra"  y τομη, "corte, abertura". Estas latomías parece que ya se excavaban en el s.V a. C.: la roca caliza que extraían de ellas se utilizó para la construccción de los templos, murallas y otros edificios de Siracusa. Pero no sólo se utilizaron  como canteras, sino también como prisión. El mismo Cicerón, unas líneas más arriba del fragmento que traducimos, las describe así:

"Todos vosotros habéis oído hablar, y la mayoría conocéis directamente, las Latomías de Siracusa. Obra grandiosa, magnífica, de reyes y tiranos, excavada íntegramente en la roca por obra de muchos operarios, hasta una extraordinaria profundidad. No existe ni se puede imaginar nada tan cerrado por todas partes y seguro contra cualquier tentativa de evasión. Si se solicita un lugar público de encarcelamiento, se ordena conducir a los prisioneros a estas Latomías, desde las otras ciudades de Sicilia." In Verrem II, 5, 68



    En efecto, aunque actualmente aparecen a cielo abierto, como podéis ver en las imágenes, en la antigüedad eran lugares cerrados, oscuros y húmedos, donde, por ejemplo,  tras la batalla de Atenas y Siracusa (un episodio de la Guerra del Peloponeso) fueron encarcelados miles de atenienses. El mismo lugar en el que Verres encarceló a numerosos ciudadanos romanos. Así lo cuenta Cicerón:

   Carcer ille qui est a crudelissimo tyranno Dionysio factus Syracusis, quae lautumiae vocantur, in istius imperio domicilium civium Romanorum fuit.    In Verrem II, 5, 143

  Y ese cruel tirano que menciona nuestro autor, Dioniso I, que gobernó Siracusa en los primeros años del s. IV a.C.  presta su nombre a una de las más conocidas de estas cavidades: "la oreja de Dioniso", así llamada por el genial Caravaggio, el pintor barroco cuyas obras admirábamos en Roma no hace tanto y que pasó unos meses de 1608 en esta ciudad de Sicilia . Viendo las imágenes entendemos por qué ¿no?

Sí, se asemeja bastante a una oreja de burro (¿no os recuerda a las asininae aures con que el indignado Apolo castigó a Midas?).  El tirano utilizó esta cueva  para encerrar a los que se atrevieron a oponerse a su gobierno: dicen que la excepcional acústica del lugar le permitía escuchar los planes y secretos de sus prisioneros.
  Fuera como fuese, de este siniestro lugar, hoy reclamo turístico de la espléndida Siracusa, consiguió escapar nuestro Gavio, a quien, ante la crueldad de Verres, de poco le valió ser civis romanus.

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